Lo mucho, lo fácil y lo bueno
Santiago Bilinkis se preguntaba recientemente en un post Por qué es tan difícil valorar lo que se tiene, y buscando su respuesta citaba de El Malestar en la Cultura, de Freud:
Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión, y de acuerdo con esta índole sólo puede darse como fenómeno episódico.Toda persistencia de una situación anhelada por el principio del placer sólo proporciona una sensación de tibio bienestar, pues nuestra disposición no nos permite gozar intensamente sino el contraste, pero sólo en muy escasa medida lo estable. Así, nuestras facultades de felicidad están ya limitadas en principio por nuestra propia constitución.
Yo dejé ahí un comentario que quiero reproducir en este espacio porque me permitió sobrevolar por algunas cuestiones relevantes de la cultura de esta época: Cómo manejamos la cuestión de la abundancia (consumo satisfecho), en relación con la formación del carácter, como emprendedores, como hacedores; ya que una y otra cosa disputan nuestro lugar en la zona de confort.
El tema de para mucho más, por lo que espero que podamos conversar al respecto. Aquí transcribo mi respuesta a la pregunta que se hacía Santiago:
Hasta recién creía que en tu blog nada podría sorprenderme. Error: me sorprendiste citando a Freud… jajaja!… Pensando por ese lado, entonces: Para el psicoanálisis, el motor de todo lo que hacemos, el deseo, tiene que ver con la falta, con la oquedad, con el lugar de lo que no está dado. Las apelaciones compulsivas al consumo, características de muchos de los discursos de esta época, obturan eso. Aplanan el deseo.
Posiblemente esto tenga que ver con algún rastro heredado de nuestros antepasados biológicos más antiguos: la mayoría de los insectos no comen comida muerta. Primero necesitan atraparla, cazarla.
Conociendo este adormecimiento sobre el deseo, provocado por la sobrecarga de objetos con que nos rodeamos, resulta -efectivamente- difícil construir y sostener un equilibrio entre calidad de espíritu y calidad de vida. Porque no se trata solamente de rodearse de cosas. Hay que poder establecer con ellas una relación que no termine esclavizándonos. Y esto tiene que ver con el espíritu. Y para formar el espíritu hay que trabajar sobre la disciplina y por esta vía terminamos en la escasez, que está en la otra punta del confort.
Cristina Corea decía que el saber tiene que ver con la escasez. Y me parece que tu pregunta también. Vale la pena pensarla desde la perspectiva del ecosistema informativo: en la sociedad de la información está todo dicho. Todo y lo contrario de todo. No hay nada que agregar. En todo caso queda pensar qué significa “pensar” en un entorno donde la información es tanta que intoxica, se convierte en infoxicación, como decía Cornella.
En esta línea también deberíamos replantearnos cómo trabajamos cosas que nadie nos dijo que había que trabajar. Por ejemplo cuáles son nuestras prioridades o qué valores sostienen qué cosas de las que hacemos. ¿No es llamativo que en el ápice del desarrollo de la producción y el consumo de objetos, los que van adelante en el campo de management, estén acercándose cada vez más a las milenarias disciplinas orientales?
La subjetividad mediada por tecnologías es un fenómeno que no tiene historia. Estamos aprendiendo a conocerla a medida que se despliega… Y creo que no hemos visto nada todavía (pero eso es para otra discusión). El desafío, me parece que es mantenerse productivo, entusiasmado y cada vez más en armonía (que no quiere decir sin conflicto) con los otros y con el entorno. Cómo hacemos eso, forma parte de la singularidad de cada uno.
te dejo un abrazo y gracias por el espacio para pensar!
Fuente de la imagen: FlickrCC
Categoría: Capacitación, nA