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Ruidos en el imaginario tecnológico

La palabra tecnicidad tiene su origen en la antropología francesa, anterior a Levi-Strauss. Las técnicas en las culturas que llamamos primitivas, siempre fueron sistemas. Nunca fueron un conjunto de herramientas y un conjunto de saberes, sino un sistema con las relaciones de parentesco, con los mitos, con los ritos y a esta técnica como sistema se la llamó tecnicidad. Me parece muy importante que la técnica hoy se parezca y suene fonéticamente como identidad, como sociabilidad.

Jesús Martín Barbero | Conferencia en la Universidad de Vic, el 22 de abril de 2010.

codigo_QREmpiezo poniendo contexto. La imagen que ilustra este post es mi código QR. Algo así como mi ficha personal escrita en una clave similar a las de los Códigos de Barras. Personalmente creo que nunca lo usaré, pero puede ser leído con la cámara del teléfono celular y, por esa vía, acceder a todo lo que esté publicado en mi ficha personal. Su nombre parece derivar de allí. Lo de QR (Quick Response) alude a respuesta rápida.

 Rápida para qué?

La primera cuestión sería intentar responder esto. La velocidad, en nuestra cultura contemporánea está asociada con la productividad (no necesariamente con la eficiencia y mucho menos con la eficacia. Recuerdo aquella imagen de Stephen Covey sobre la diferencia entre uno y otro concepto: usted puede ser el mejor corrredor de posta, pero de nada le servirá si lo hace en la dirección equivocada).

La tecnología aplicada a la producción se piensa como subsidiaria de la eficiencia. En escenarios donde hay mercados, productos, precios, competencia, cadenas de valores, proveedores, tiempos, etc., no da lo mismo un chip que procese 10 millones de órdenes por segundo, que uno que procese 50 millones. No da lo mismo una máquina que pueda ser programada y controlada por un operador volante, a una que necesite un operario dedicado. Ni una prensa que tenga un ciclo de cinco segundos resulta igual a una que haga lo mismo en un ciclo de dos.

El problema pareciera complejizarse cuando se miran los servicios dentro de escenarios productivos. ¿Les caben las mismas reglas? En este campo las herramientas y las máquinas (la tecnología) tienen una función distinta que la de mejorar los ciclos de producción de productos. Deben (deberían) ayudar a la toma de decisiones, quitar tiempo y esfuerzo de la gestión operativa, en definitiva, se espera que puedan mejorar las condiciones para la producción de pensamiento. ¿Se puede poner esto bajo la matriz de la eficiencia?

La introducción de desarrollos tecnológicos es también una introducción de conocimiento aplicado que tarde o temprano va a intersectar con la cultura de uso existente, produciendo cambios en las prácticas y estas a su vez generando modificaciones en los modos de pensar. Esto puede suceder como resultado de acciones planificadas o como acontecimientos que desplieguen sus propios ritmos, pero difícilmente se pueda parametrizar como si fuera parte de un modelo productivo, en tanto se trata de procesos que involucran la subjetividad.

Puesto que la tecnología ayuda al desarrollo de la propia tecnología, habrá siempre mayor cantidad de conocimiento aplicado para introducir, que espacio para metabolizarlo socialmente. Sigmund Freud decía que la enseñanza era una de las tres actividades imposibles (las otras eran curar y gobernar). Siempre habrá más demanda que capacidad de satisfacción.

Velocidad con aislamiento

Digamos entonces que la necesidad de conocer rápidamente, no siempre tiene el mismo asidero. No es lo mismo cuando se trata de mejorar una contingencia relacionada con la producción y acotada por el tiempo, que si el requerimiento es recabar información para tomar una decisión. En este último plano, y en particular en el territorio de las relaciones interpersonales, la demanda por la velocidad pareciera ser el resultado de una presión extraterritorial: la productividad contaminando la existencia no es otra cosa que una expresión de la omnipresencia que tiene hoy la mirada del mercado, lo cual despliega conductas paradojales: Hay que hacerlo ya, hay que ir rápido. No importa tanto adónde, pero rápido… (Dios mío, dame la virtud de la paciencia, pero dámela ya!).

Sumemos a este escenario la hiperconectividad (a menudo confundida -no tan ingenuamente- con hipercomunicación) y un discurso generalizado promoviendo el hedonismo, y tendremos delineado el campo de acción para que se desenvuelva un sujeto típico de esta época: parapetado detrás de una supuesta identidad digital, sobrevive minimizando el riesgo que implica poner en juego el cuerpo en las relaciones con otros. Está convencido de que las posesiones materiales, en especial si son aparatos tecnológicos, lo salvan de las frustraciones, de los desengaños, de los equívocos, de la incertidumbre.

Este sujeto ve en la tecnología un aliado valioso para ayudarlo en ese modelo de vida, porque el discurso tecnológico es la contracara de aquello que lo atormenta: Allí donde hay incertidumbre, la tecnología ofrece respuestas. Donde hay riesgo, ofrece certezas. Donde hay peligro ofrece control. Probablemente cargará todos sus datos, gustos y contactos en una ficha personal que pueda ser accedida mediante la cámara de un celular leyendo un código QR. Quizás imprima este código en una remera y concurra a lugares donde también lo hacen otros como él, para poder conocerlos y darse a conocer sin tener que hablar. Sin arriesgarse a que lo rechacen. A poner el cuerpo. Tendrá entonces, gracias a la tecnología, relaciones de puro lenguaje.

Mejoras

Para otra gente, el código QR, pintado en el auto, impreso en un pasaje de micro o de avión, puede ser un auxiliar valioso para acceder rápidamente a los datos de esa persona en caso de accidente. Del mismo modo que cuando se aplica al envase de un producto que va a ofrecerse en una góndola. La cámara del teléfono celular puede ser la puerta de acceso para conocer detalles de fabricación, aplicaciones posibles o sugerencias del fabicante.

Es que la llamada tecnología, no es para nosotros sino la tecnicidad, lo que somos capaces de hacer con ella. Y los modos como vamos imbricándola en los haceres cotidianos siguen siendo determinaciones que corresponden al sujeto ( si este sujeto es objeto de manipulaciones sociales o propagandísticas, es (aquí) harina de otro costal. En todo caso, parece pertinente preguntarnos -frente a los efectos relacionados con la tecnología y que a veces nos conmocionan- si lo que nos espanta tiene que ver con el desarrollo tecnológico propiamente o con la deserción de las posiciones que creíamos establecidas para siempre por el sujeto de la modernidad.

 

 


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Categoría: Culturas, Destacado, nA

Acerca del Autor ()

Soy Diseñador de Comunicación, Estrategias Digitales y de Capacitación. Ayudo a las personas y a las organizaciones a instalarse en la Web 2.0, a integrar sistemas, herramientas, culturas, metodologías y lenguajes colaborativos. Podés encontrarme en Google+, en Facebook o en LinkedIn.

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